Ozark.

Si tuviéramos que nombrar a un heredero de la serie de televisión “Breaking Bad”, nosotros no tendríamos dudas: sería Ozark. Y no solo por el gran binomio que une a estas dos obras maestras - gente común/venta de drogas a gran escala - sino por la excelencia del reparto, el potente impacto emocional que ambas despiertan y la increíble capacidad de mantener el más alto nivel, temporada tras temporada.

Hecha esta necesaria premisa, vamos a la trama. En la serie de Bill Dubuque, Martin Byrde (Jason Bateman) trabaja como asesor financiero en Chicago, pero también se dedica a lavar dinero para los carteles mexicanos. Cansado de como va su vida, sueña con retirarse del negocio y mudarse con su esposa Wendy (Laura Linney) y sus dos hijos a Ozark, un lugar apartado y tranquilo a orillas de un lago en el estado de Missouri. Su socio sin embargo le debe a los narcos unos ocho millones de dólares, un hecho que desata la ira de los carteles mexicanos y le da a Martín una sola oportunidad para salvar su vida y la de sus familiares: prometer montar un negocio exitoso de lavado de dinero a Ozark (una tarea casi imposible) para saldar la deuda y devolverle las sonrisas y las ganancias a los narcos…

Como se anticipó en la introducción, la idea de ver a una familia corriente lidiando con los peores narcotraficantes del planeta es la clave del éxito de esta serie de televisión. Seguir a Ozark es como seguir un experimento sobre el ser humano. ¿De qué somos capaces cuando está en juego la vida de nuestros seres queridos? ¿Cómo nos transformamos ante la posibilidad de ganar mucho dinero? ¿Es posible acostumbrarse al mal? ¿Nacemos o nos volvemos malvados? Y nosotros, ¿qué hubiésemos hecho en la misma situación?

Está claro. Una muy buena idea no es suficiente para crear un gran éxito. Y es por ello que hay que añadir a Ozark una serie más de méritos. Un guión absolutamente creíble en una situación absolutamente absurda, un elenco de actores excepcionales, una fotografía magnífica y una crudeza que es funcional, necesaria y que nunca está fuera de lugar.

El resultado es irremediablemente una mezcla explosiva. Y una gran suerte para un espectador que no podrá evitar devorar las cuatro temporadas de Ozark hasta llegar al capítulo final con tristeza. Porque cuando se acaban las cosas buenas, la amargura se queda en la boca. Pero, ¡qué buen amargo!

Luisa Scarlata