Adolescencia.

Adolescencia (Adolescence) es una miniserie de drama criminal y psicológico de Jack Thorne y Stephen Graham. Está dirigida por Philip Barantini y consta de 4 episodios, cada uno filmado en un único plano secuencia.

En Adolescencia, el mundo de una familia “normal” se pone patas arriba cuando Jamie Miller, de 13 años, es arrestado y acusado de asesinar a una compañera de clase. Los cargos contra su hijo les obliga a enfrentarse a las peores pesadillas de cualquier padre…

No vamos a ser los primeros en decir que Adolescencia es una serie extraordinaria, tanto desde el punto de vista técnico (cada episodio, filmado sin cortes, consigue una inmersión absoluta), como en cuanto a la interpretación (el debutante Owen Cooper y Stephen Graham, en particular, están impresionantes). En el plano emocional, sin embargo, definiríamos Adolescencia como un dolor necesario. Una serie que hay que ver y, sobre todo, sentir.

La obra de Graham va mucho más allá del entretenimiento: es un trabajo de enorme importancia, que trata de adentrarse en un mundo cuyas puertas son duras, a veces incluso cerradas con llave, a pesar de que, en el fondo, quienes están del otro lado solo esperan que alguien haga el esfuerzo de abrirlas.

Ese “alguien” son (o deberían ser) padres desprevenidos, a veces distraídos, o convencidos de que algo realmente malo jamás les sucederá a ellos. Padres que creen que saben, pero en realidad no saben nada; que olvidan que son un ejemplo en cada palabra y acción, que no se preocupan por un hijo encerrado durante horas en su habitación con un móvil en la mano, engañándose a sí mismos con un “¿qué podría pasarle?”.

Y lo que pasa es que los adolescentes tienen un mundo propio, con códigos precisos e indescifrables, un mundo que los padres ignoran por completo si no logran que se los cuenten. Y conseguirlo exige esfuerzo, empatía, sacrificio, incomodidad. Todo eso que en los primeros años de vida de un hijo parece obvio, pero que, por alguna razón, con el tiempo se considera menos necesario. Como si lo más difícil ya hubiera pasado (cuando, en realidad, apenas comienza). “Ya ha crecido”, “ya no es un niño”.

Exacto, no lo es. Ahora es un adolescente. ¡Y cuidado con no ser parte de su mundo!

Luisa Scarlata