El triángulo de la tristeza.

El triángulo de la tristeza (Triangle of sadness) es una película de comedia negra satírica, dirigida y escrita por Ruben Östlund y protagonizada por Harris Dickinson, Charlbi Dean, Dolly de Leon, Zlatko Burić y Iris Berben.

El triángulo de la tristeza sigue la historia de una pareja, Yaya (Charlbi Dean), una influencer moderna que tiene muy claro lo que quiere: una vida cómoda, lujosa y aparentemente ideal a los ojos de sus millones de seguidores; y su novio Carl (Harris Dickinson), un modelo menos exitoso, desesperado por conseguir una relación menos superficial y fuera de los clásicos estereotipos de género. A través de su posición de influencer, Yaya consigue un viaje para dos en uno de los cruceros más lujosos y exclusivos del mundo (durante el transcurso del viaje, la película nos permite adentrarnos en el mundo de varios miembros de la élite de la sociedad). Sin embargo, cuando el yate inesperadamente tiene un accidente, y algunos de estos personajes acaban en una isla, las antiguas jerarquías se trastocan en la lucha por la supervivencia…

La idea principal (y muy acertada) que El triángulo de la tristeza quiere enfatizar, es el contraste y la yuxtaposición de diferentes clases sociales totalmente en las antípodas entre sí. En primer lugar, la más que evidente disparidad entre los pasajeros y los trabajadores del lujoso yate: vemos como los empleados están totalmente a la merced de la voluntad de sus pasajeros, hecho que se ve recalcado por la obligación que les imponen a los trabajadores de siempre responder con un sí a los clientes.

Sin embargo, esta no es la desigualdad más chocante. De hecho, durante el transcurso de la trama, descubrimos que incluso entre la tripulación existe una importante inequidad: mientras los camareros están tratando con los huéspedes - obteniendo generosas propinas - los cocineros, mecánicos y personal de limpieza, forman prácticamente una sociedad invisible dentro del barco.

Un “orden social” que se ve totalmente socavado cuando el yate acabe en una isla a causa de un accidente (et voilà la genial idea de la película, así como su fulcro): aquí, los supervivientes presencian la creación de un nuevo esquema social en el cual el estatus y el dinero no son suficientes para conseguir lo que uno quiere, y donde estos personajes se ven obligados a adaptarse a nuevos roles, exponiendo sus facetas aún más oscuras y egoístas.

A pesar de la increíble experiencia cinematográfica que Ruben Östlund nos ofrece con esta película (una especie de estudio sociológico donde el punto de partida es observar el comportamiento humano), una pequeña advertencia es imprescindible: El triángulo de la tristeza consta de una serie de escenas muy gráficas que podrían llegar a ser desagradables para aquellos espectadores más sensibles.

Mireia Mas