Sin instrucciones.

Sin Instrucciones es una comedia dramática dirigida por Marina Seresesky y protagonizada por Paco León, Maia Zaitegui y Silvia Alonso. Es un remake de la película de habla hispana más exitosa de la historia, “No se aceptan devoluciones”, que consiguió llevar a los cines a más de 25 millones de espectadores.

En Sin Instrucciones, Leo (Paco León) es un tipo soltero y mujeriego que vive al día en una población de playa en una isla Canaria. Su placentera existencia se ve trastornada cuando llega de Bilbao una de sus antiguas aventuras, Julia (Silvia Alonso), que deja en sus brazos a una bebé de pocos meses asegurando que es su hija, y desaparece abandonando a los dos. Incapaz de cuidar de la bebé y decidido a devolverla a su madre, Leo viaja a Bilbao, pero sus esfuerzos por encontrar a Julia terminan en fracaso. Ocho años después, la niña, Alba (Maia Zaitegi), crece junto a su padre llevando una vida divertida llena de afecto y amor, cuando Julia reaparece en sus vidas con la intención de arrebatar a Leo la custodia de su hija…

El punto fuerte de Sin Instrucciones es, sin duda, la química emocional que une a los dos protagonistas de la película, es decir, estos dos “padre e hija por casualidad” que, contra todo pronóstico, alcanzan crear una maravillosa relación entre ellos, cargada de sentimiento y significado. Una relación alejada de los estereotipos, pero completamente lograda. Paco León está simplemente perfecto en su personaje, al igual que la pequeña Maia Zaitegui, una criatura tan adorable que no puede evitar enamorarte desde el primer instante.

El significado de la película, al fin y al cabo, reside precisamente ahí. En esta relación disparatada, inventada sobre la marcha, improvisada, que quizá, precisamente por su total espontaneidad y falta de preparación, termina funcionando plenamente o, al menos, ampliamente mejor que cualquier otra. No hay mucho más en Sin Instrucciones, y sin embargo, eso es suficiente.

Por eso, la doble tragedia (con sorpresa final) que se suma a la trama nos pareció, honestamente, innecesaria e incluso “tramposa” hacia aquellos espectadores que, convencidos de estar viendo una divertida comedia sentimental, se encuentran de repente sumergidos en un drama que los hace llorar como fuentes durante los créditos finales.

¡Con un aviso previo, al menos habríamos ido preparados con pañuelos!

Luisa Scarlata