Indiana Jones y el Dial del Destino.

Indiana Jones y el Dial del Destino, dirigida por James Mangold, es la quinta película de la saga de Indiana Jones. Es la primera película de la serie que no está dirigida por Steven Spielberg ni escrita por George Lucas. Está protagonizada por Harrison Ford en su quinta y última interpretación del famoso arqueólogo.

Indiana Jones y el Dial del Destino está ambientada en 1969. Después de pasar más de una década enseñando en el Hunter College de Nueva York, Jones (Harrison Ford) se prepara para retirarse a su modesto apartamento donde ahora vive solo. Sin embargo, todo cambia después de una visita sorpresa de su ahijada Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), quien está en busca de un inusual artefacto que su padre le había confiado a Indy muchos años atrás…

Quizás sea porque estamos locamente enamorados de ese “monstruo sagrado” que es Harrison Ford, pero nosotros, con esta última entrega de Indiana Jones, nos hemos divertido mucho. Y, perdone a Spielberg, pero no hemos sentido tanto su ausencia como temíamos. Tampoco hemos sufrido las casi dos horas y media de la película, que en realidad pasan volando, entre las hazañas imposibles dignas de un personaje -una leyenda- que es y seguirá siendo inolvidable.

Muchos ya lo han dicho y estamos encantados de confirmarlo: Indiana Jones y el Dial del Destino es un final que respeta el mito.

Evidentemente, las expectativas para esta conclusión eran muchas, muchísimas. Sin embargo, esta última película logró capturar el elemento clave para triunfar y ser, como se merecía, un éxito: y ese elemento es el reconocimiento total. Los fanáticos de Indiana Jones se reconocen perfectamente en esta última aventura y encuentran todos los elementos que han amado a lo largo de los años, comenzando por un sombrero de fieltro, un látigo enrollado y una desgastada chaqueta de cuero…

Indiana Jones y el Dial del Destino juega con el tiempo, con los años que pasan y con nuestros recuerdos. Indy de joven, Indy que ha envejecido como nosotros. Y que se ha ido, sin irse realmente nunca.

Luisa Scarlata