Hereditary.

Con Hereditary, Ari Aster salta de los cortometrajes a la gran pantalla y no decepciona: manteniendo la esencia de sus obras más cortas y usando el suspense psicológico a su favor, el cineasta nos presenta a una familia peculiar que tiene unos cuantos esqueletos en el armario.

El punto de partida de Hereditary es el funeral de la abuela, donde ya podemos observar que cada miembro reacciona de manera completamente distinta, casi como si estuviera despidiéndose de personas diferentes. Charlie (Milly Shapiro), la hija de la familia, se encuentra totalmente destrozada, mientras que su hermano Peter (Alex Wolff) apenas le pone cara a la fallecida. Esta confusión inicial no es por casualidad: Aster nos va preparando para un torbellino de emociones, pasando de desasosiego a consternación absoluta. El terror se verá ahogado por el dolor de la pérdida y del duelo, logrando que el público se emocione y aguante la respiración a partes iguales.

Si a esto le sumamos unos escenarios de lo más escabrosos y las actuaciones desgarradoras del reparto, obtenemos una obra maestra enrevesada que cada uno de nosotros deberá montar con las piezas que nos son dadas. Los colores y planos lentos a lo Lars Von Trier son admirables: nada en Hereditary es dejado al azar. Cada detalle cuenta una historia, a la vez que se nos deja amplia interpretación al desenlace de la trama.

Con Hereditary, Ari Aster vuelve a dejar a su fiel público de boca abierta. El simbolismo tan presente en sus proyectos alcanza un nivel apoteósico, uniendo figuras bíblicas, leyendas urbanas y folklore americano. Sin duda una película para ser vista más de una vez, con la certeza de que el espectador seguirá encontrando valor en los detalles ocultos de cada toma.

Julieta Rueff