Call Me by Your Name.

Si tuviéramos que elegir un solo término para definir esta maravillosa película de Luca Guadagnino - Call Me by Your Name - ese término sería “autenticidad”. Porque a veces, para hacer una obra maestra, no basta con tener una espléndida historia que contar (en este caso, sacada del maravilloso libro de André Aciman). Cierto tipo de historias, de hecho, siguen siendo un fin en sí mismos en ausencia de una credibilidad total, sincera y absoluta.

Y es precisamente este tipo de autenticidad la que ha buscado y encontrado Guadagnino, gracias a una mezcla perfecta de elementos que, combinados entre sí, han dado vida a una de las películas más bellas de los últimos años: la justamente hiperpremiada Call Me by Your Name.

Y, por tanto, mencionemos estos elementos: una ubicación perfecta para contener la historia, la música ideal para apoyarla y acompañarla, una gran fidelidad a la novela original de Aciman y, sobre todo, la elección de dos actores absolutamente extraordinarios, Timothée Chalamet y Armie Hammer: los principales vectores de esa veracidad - transmitida especialmente a través de un lenguaje corporal a veces tan torpemente espontáneo como para parecer nada recitado - que involucra totalmente a quien mira y le permite no solamente identificarse, sino fusionarse por completo con Elio y Oliver, Oliver y Elio, transformando la película en una embriagante historia de amor y pasion carnal protagonizada por tres personas: dos hombres y un espectador.

El resultado es una película imposible de olvidar. Una película que se pega a la piel y que cuando intentas despegarla, duele.

Luisa Scarlata