27-10-2024
En Italia, los acosadores no han aprendido nada y siguen acosando incluso al chico que ya no está, recreando una versión casi distópica de la violencia. No basta con matar; queremos volver a matar, para que incluso la idea, el recuerdo, desaparezcan. Como si realmente no hubiera límite a la falta de aceptación. Al rechazo.
Y así, una película dirigida a los jóvenes, presentada incluso en el Giffoni, precisamente en el Festival italiano de y para jóvenes, se convierte en Roma en el escenario de una masacre contra esa idea que tanto disgusta y que, por ello, debe ser pisoteada, cancelada, aniquilada. Nada de proyectarla en una gran pantalla.
“¿Pero cuándo se va a matar este tío?” – gritó durante la proyección romana un niño de secundaria. No le bastaba que Andrea ya lo hubiera hecho en la vida real. Quería que lo repitiera ahí, en la pantalla. Para asegurarse de que el mensaje se había entendido bien: los como tú no deben existir. No queremos verlos. Ni en vida, ni en ninguna otra forma. Desaparezcan. Desaparece!
No hay espacio para el arrepentimiento. Ni para algún tipo de evolución. Para entender que, aunque algo o alguien no sea de tu agrado, tiene el derecho de vivir una buena vida como tú.
Il ragazzo dai pantaloni rosa ha sacado de la lavadora una Italia cada vez más descolorida. Donde las nuevas generaciones, por desgracia, no solo no brillan, sino que repiten con risas y orgullo, siglos de mala educación que se hereda a paladas.
Probablemente Andrea, desde allá arriba, ya nos habrá perdonado de nuevo. Pero, querida Teresa, estamos todos contigo. Y con esta maravillosa película. Proyectada en ese “Bel Paese” que, sin embargo, todavía no es un buen Paese.
Luisa Scarlata
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